El otro día le pegué a unos otakus.

2005

Mientras más exploras tu mundo allá afuera pateando la calle, o ahí en la cama mirando el telediario, o tal vez sentado leyendo un libro, más te tentarás a pensar que Dios, tal como lo conciben algunas religiones, (El Chuchito) no existe. 

Pero de la vida descuelgan ocasiones muy especiales que una mano parece elegir con pinza, que te obligan a desechar lo arriba escrito, y te invita a reflexionar que Él no sólo está ahí, sino que además mira hacia abajo, se divierte, y a veces está dispuesto a echarte una mano. 
Así fue como lo sentí el otro día cuando fui a comprar pan y de regreso me encontré con dos sujetos (masculino y femenino) que estaban leyendo un manga. 

Por algunas cosas que sucedieron a posteriori, asumo que eran hermanos, también me enteré que el manga en cuestión se llamaba Yu Yu Kukucho, Yakucho, o algo así… el nombre no interesa: supe que era manga por ese ridículo rostro de ojos enormes y cabello estrambótico que aparecía en la portada. 

Me puse en la misma acera que ellos y me les fui acercando. No tenía la más mínima idea de cómo iba a abordar la situación, yo todo lo que sé es que estaba en un estado mental de esos que tiene uno cuando quiere buscar pelea. 

Cuando estuve lo suficientemente cerca (y la muchacha se percató de mi presencia) me detuve y me les quedé viendo. 

Entonces para romper el hielo le pregunto al chico qué estaba leyendo (calculo que ni él ni ella deben tener más de trece o catorce años porque no me llegaban siquiera por el hombro). El muchacho levanta la cabeza y me mira con unos ojos oscuros por encima de sus anteojos de lectura, y antes de que me pueda responder PAM, le clavo un puñetazo en el vientre. 

Se va para el suelo, mientras que la niña adopta una lenta cara de horror y me grita un reclamo que no alcanzo a oír, en respuesta le pego una bofetada con el reverso de la mano diciéndole ‘cállate maldita’. 

Esto aparentemente hace enfurecer al chico que, cuan Gollum juvenil, se arrodilla en el pavimento, se pone de pie, y se me tira encima abrazándome de la cintura. Yo por supuesto me tengo que defender y contesto a su treta dejándole caer un colosal codazo en el cráneo. 

El niño se sienta en el suelo y empieza a llorar, mientras yo abro mis todopoderosas mandíbulas cuadradas y dejo escapar una gloriosa carcajada, sintiéndome poderoso porque ni siquiera había tenido que soltar la bolsa con pan. 

La muchachita coge la revista del suelo y me la ofrece, diciéndome que si lo deseo me puedo quedar con ella. La miro de tal forma que se queda muda con una cicatriz de horror en la boca… 
¿Acaso esta puta acababa de insinuar que yo leo manga? 

Levanto una pierna y le pego una patada en las tetas. 

Aunque a decir verdad no eran tetas porque tenía cuerpo de tabla, pero eso no impide que le duela. Pegó un gemido y se puso a rodar por el suelo. 

Entonces la empiezo a ver rascándome las bolas cuando de alguna manera el niño se pone de pie, y tiene la audacia de darme un puntapié en las pantorrillas. 

Grave error… 

Me volteo, y la escena me causa risa porque su rostro está enrojecido, y si la vida fuera un poco más caricaturesca, o si toda esta anécdota estuviera representada en comic, seguro aparecería, además, con venas surcándole la frente. 

Me imagino que en su mente infantil él veía en ésto el último intento de dar pelea así a lo Caballeros del Zodíaco (qué se yo)… el orden de los factores no altera el producto: le clavé un derechazo en el ojo y cayó como un Cristo. 

Como no iba a estar ahí todo el día perdiendo mi tiempo decidí cerrar con un tagline simbólico, que hiciera un guiño a mi web, y le dije: “¿qué no sabes que el anime debería ser prohibido?“. xDDDDDDD 

Me bajé el zipper del pantalón y por uno de los extremos del bóxer me saqué un testículo, me puse en cuclillas y empecé a pasárselo a la revista para establecer mi superioridad sobre el Manga y el Anime en general. 

Oigo que la niña, que todavía está apoyada en el suelo, se pone a llorar del susto, y no puedo voltear completamente la cabeza para verla porque no soy un búho, pero le digo algo así como ‘cállate desgraciada, que la próxima eres tú’. 

Tal cosa no pudo hacerse porque escuché que un viejo me gritaba algo a través del balcón de su casa, y poco después desapareció (asumo que empezó a bajar las escaleras para salir a la calle), por lo que me pongo de pie y me voy corriendo pero semi-cojeando porque tengo los pantalones abiertos. 

Al final me fui por otra cuadra para que nadie me viera y me metí en mi casa. Estuve como treinta minutos jadeando. 

Como nadie ha venido a golpear la puerta se que no me vieron, pero lo que más placer me da es saber que más nunca van a volver a leer manga sin asociarlo conmigo.

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